Marzo de 2023
En momentos en los que el mundo parece unir fuerzas para reducir las emisiones de carbono, se está gestando un movimiento ‘anti-ESG’ que se ha extendido hasta llegar a representantes públicos y gobiernos estatales en Estados Unidos.
Uno de los ejemplos más destacados hasta la fecha es la coalición formada por 15 Estados de EEUU: Alabama, Arizona, Arkansas, Idaho, Kentucky, Luisiana, Missouri, Nebraska, North Dakota, South Carolina, South Dakota, Texas, Utah y Wyoming y West Virginia. Esta alianza, defiende que el movimiento ESG pretende hacer un boicot a la industria tradicional de producción de energía por parte de las instituciones financieras estadounidenses y en contraposición afirma luchar por proteger las economías, los empleos y la independencia energética.
En esta línea, el pasado mes de septiembre entró en vigor una ley en Texas que prohibía a los planes de pensiones estatales invertir en firmas que obstaculizaron la labor de las empresas energéticas. Para ello se ha creado una lista, con revisión de carácter trimestral, de entidades financieras a las que boicotear, por invertir éstas en firmas que siguen criterios ESG. Por su parte, Arizona se deshizo de casi toda su inversión directa en fondos de inversión gestionados por BlackRock en protesta por las políticas ESG de la firma de inversión. En este contexto, su máximo responsable, Larry Fink, quiso señalar durante su intervención en Davos los problemas de este movimiento y afirmó que “la narrativa anti-ESG estaba creando una gran polarización”.
Esta realidad ha quedado reflejada y algunas fuentes así lo demuestran. Según recoge Bloomberg, son varias las compañías que han sufrido división entre sus accionistas, los cuales han presionado para que hagan lo posible en avanzar hacia la descarbonización y los funcionarios estatales en EEUU quienes podrían penalizarlas por cumplir con los compromisos de ESG. En este marco, las empresas aludidas no tardaron en mostrar su descontento, ni en defender sus decisiones de inversión, ya que afirman que los criterios ESG que persiguen no están politizados y confían plenamente en la utilidad de incorporarlos, sobre todo, en los análisis de riesgos de inversión.
El retroceso en inversión en ESG es visible y se está llevando a cabo de la mano de gestoras de nombre. La firma financiera, Strive, iniciada por Vivek Ramaswamy y respaldada por los inversores multimillonarios Peter Thiel y Bill Ackman, tiene una misión similar: instará a las empresas a no involucrarse en actividades sociales, cuestiones políticas o medioambientales, según revela un artículo publicado en The New York Times.
State Street está entre las firmas financieras que han sentido la presión por parte de los políticos republicanos y, junto con BlackRock, fueron interrogados por los legisladores de Texas para evaluar sus opciones de inversión. Ron O’Hanley, uno de los principales directivos de State Street declaró durante una entrevista con el Financial Times que “los políticos republicanos estadounidenses que lideran la corriente contra la inversión sostenible han dejado de lado los hechos y han perdido de vista las necesidades de los accionistas a largo plazo”. Asimismo, añadía. «Para nosotros no es una cuestión política. No es más que la propuesta de que el clima debe incorporarse a nuestro marco de inversión de riesgo. Luchar contra el cambio climático es cuestión de ofrecer valor fiduciario a los accionistas”.
Pese a ello, la propia Comisión de Bolsas y Valores de EE. UU. (la SEC, por sus siglas en inglés) anunció, a mediados de 2022, nuevas normas de divulgación del riesgo climático que exigen a las empresas que cotizan en la bolsa Estados Unidos a que informen sobre cómo evalúan y gestionan el riesgo financiero relacionado con el clima y emitió recomendaciones para reforzar las normas y evitar el greenwashing. El objetivo de este propósito es armonizar los datos que las compañías dan a sus inversores sobre los riesgos que el cambio climático.
En la misma línea, el presidente de los EE.UU., declaraba que aplicaría su capacidad de veto para preservar la capacidad de los gestores de fondos de aplicar consideraciones ambientales, sociales y de gobernanza que consideren relevantes en sus análisis de rendimiento de inversión.
Al otro lado del Atlántico, la visión sobre los factores ESG es al contrario, Por ejemplo, el Fondo de Pensiones del Gobierno de Noruega, ha asegurado que presionaría a las entidades en las que invierte para que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2050, en línea con el Acuerdo de París. De esta forma, respalda que las decisiones de inversión que pueda tomar deban incluir factores ESG como elementos relevantes en algunos casos.
La Comisión Europea, en la misma línea, empieza a considerar el impacto de estos temas en las empresas mucho más allá de sus fronteras comunitarias. Por ello, recientes propuestas legislativas incluyen la consideración de información ESG como un elemento a aportar por parte de empresas extranjeras que tengan filiales o sucursales en la UE, o la obligación de las grandes empresas de analizar el impacto de estos factores en su cadena de valor global.
Este contexto tan polarizado pone en relieve como el término ESG, que se ha convertido rápidamente en un nombre familiar, ha provocado confusión y enfrentamientos. Sin embargo, no podemos olvidar la importancia de lograr una economía descarbonizada y sostenible y, por ende, la importancia que adquieren los criterios ESG. A juicio de George Serafeim, reconocido profesor en la Escuela de Negocios de Harvard, a pesar de que la mayoría de las medidas son imperfectas, en el caso de las calificaciones ESG lo son aún más porque es un campo de estudio relativamente nuevo. Sin embargo, señaló la vital importancia de apostar por estos criterios y destacó la rentabilidad de estas inversiones durante una entrevista en GreenBiz. Paralelamente, en su trabajo ESG: Hyperboles and Reality, Serafeim destaca que “el auge de la ESG en las empresas no resolverá todos los problemas de la sociedad. Pero tampoco es irrelevante y, de hecho, podría ser una fuerza de responsabilidad y progreso”.
No cabe duda de que la inversión ESG es, para muchos, el futuro de las estrategias de inversión ya que ayuda a reducir riesgos y genera valor a medio y largo plazo. Además, debido al interés de los inversores por lograr un mundo más verde, este tipo de iniciativas ayuda a mejorar el rendimiento de las empresas. Muchos factores que indican que, a pesar de los vientos en contra, este tipo de criterios han llegado para quedarse.
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