Las valoraciones sobre el transcurso y desenlace de la COP26 son interminables, pero, para empezar a pulsar el estado de opinión general sobre la cumbre de Glasgow, resulta útil remitirse al balance realizado por las propias Naciones Unidas.

Y, si bien la entidad reconoce que su principal resultado –el documento firmado por casi 200 países y suavizado en su ‘última milla’ por China e India– recoge “los intereses, las contradicciones y el estado de la voluntad política en el mundo actual”, su secretario general, António Guterres, lo tildó de “paso importante pero insuficiente”.

Para Guterres, resulta evidente asimismo que la conferencia no ha conseguido objetivos como “poner fin a las subvenciones a los combustibles fósiles, eliminar el carbón o cumplir el compromiso de destinar 100.000 millones de dólares a la financiación de la lucha contra el cambio climático”.

Naciones Unidas no oculta tampoco que, durante la última sesión plenaria de la COP26, muchos países lamentaron que el paquete de decisiones acordado en materia de planes estatales para la reducción de emisiones o de financiación climática “no fuera suficiente”, pero eso no obsta que en su transcurso se dieran pasos alentadores: por ejemplo, el compromiso de 120 países para detener e invertir la deforestación de cara a 2030; el suscrito por 100 países en relación a la reducción de las emisiones de metano en ese mismo horizonte temporal; o la decisión de casi 500 firmas de servicios financieros de alinear 130 billones de dólares (alrededor del 40% de los activos financieros del mundo) con los objetivos del Acuerdo de París.

Entrando ya en otros análisis externos a la organización de la COP26, el de los periodistas Manuel Planelles y Clemente Álvarez en El País resulta también muy esclarecedor. Los dos colocan de un lado del fiel de la balanza que, por primera vez en la historia, la declaración de cierre de una conferencia climática haya incluido una referencia explícita al carbón y a los subsidios a los combustibles fósiles, pero, del otro, lamentan que la cita de Glasgow no haya servido para desvelar las incógnitas de si los países serán capaces de hacer “el cambio radical de modelo de desarrollo que se necesita a tiempo para evitar los peores efectos del calentamiento” o de cómo compensarán los países ricos a los más pobres por los daños de un cambio climático “del que estos últimos no son sus principales responsables”.

El New York Times, por su parte, lamenta que el acuerdo final de la cumbre deje sin resolver la cuestión crucial de “cuánto y a qué velocidad” deberían reducir sus emisiones durante la próxima década los distintos países, y resalta la incorporación de India al colectivo de naciones que se han comprometido a alcanzar el Net Zero –en su caso, fiándolo largo a 2070.

También resulta valioso el análisis de Carbon Brief, que apunta que de Glasgow se esperaba “que los negociadores adoptarán una serie de decisiones técnicas para finalizar el ‘reglamento’ de París”, incluidas nuevas normas sobre cómo deben informar los países de sus emisiones, pero que, finalmente, la COP26 intentó responder sobre todo “a la evidente desconexión entre la jerga de las salas de negociación y una población cada vez más alarmada”. Y lo hizo de dos maneras: con un aluvión de nuevas promesas por parte de los países y de acuerdos sectoriales en relación al carbón, la deforestación o el metano; y con el ‘Pacto Climático de Glasgow’, que pide redoblar esfuerzos para aumentar la ambición en la reducción de emisiones, la financiación climática, la adaptación y las pérdidas y daños que ya están causando el calentamiento global.

Climate Action Tracker, por su parte, fue más taxativo en su análisis al apuntar que “está claro que existe una enorme brecha de credibilidad, acción y compromiso que arroja una larga y oscura sombra de duda sobre los objetivos Net Zero propuestos por más de 140 países, que cubren el 90% de las emisiones globales”, que “la implementación de políticas sobre el terreno avanza a paso de tortuga” o que “los objetivos para 2030 siguen siendo totalmente inadecuados”, porque nos encaminan hacia un aumento de la temperatura global de 2,4° a finales de siglo.

Entrando propiamente en la conversación en torno a la economía verde en el contexto de la COP26, Financial Times la analizó desde el punto de vista de los inversores y del de las empresas.

Para los primeros, la publicación vaticinó que el aumento a regañadientes de la financiación climática internacional durante los próximos años “proporcionará una serie de oportunidades a largo plazo para la inversión de alto rendimiento del sector privado”. Y también que “los débiles progresos” en la COP26 harán que las presiones crediticias para los sectores y países intensivos en carbono sigan siendo, en su mayoría, “modestas y manejables”.

Por lo que respecta a las empresas, el FT apuntó que una de las conclusiones del “modesto acuerdo” alcanzado en la COP26 es que a los gobiernos “les resulta tremendamente difícil imaginar un mundo más allá de los combustibles fósiles” o “deshacerse del carbón,” por lo que las empresas que hacen un uso más intensivo de estas fuentes no han tenido la sensación de que Glasgow vaya a ponerlas a trabajar contrarreloj.

En una nota más esperanzadora, Reuters sí consideró que, aunque el wording del acuerdo de la COP26 sobre el uso de combustibles fósiles se suavizó para instar a una ‘reducción gradual’ en lugar de a una ‘eliminación’ del carbón por las presiones de India, la evolución de las acciones de las compañías que producen o recurren al mismo han perdido terreno en las últimas semanas, en un contexto en que algunos inversores ya ven al uranio como una buena alternativa.

Más allá de estos y otros análisis, y como ya advirtió el Nobel francés Jean Tirole hace unos meses, es conveniente recordarle a la sociedad que, para abordar los desafíos globales, y, en particular, para evitar que el calentamiento global marque las vidas de generaciones futuras, es necesaria una acción colectiva, radical y pública.

Bajo esa premisa, desde Finresp entendemos que los acuerdos multilaterales son indispensables para poder avanzar en el desarrollo de una economía descarbonizada, y, por eso, apoyamos el compromiso suscrito en la COP26 por la Glasgow Financial Alliance for Net Zero (GFANZ): una manera de demostrar el protagonismo, la ambición y las aptitudes que el sector financiero quiere brindar en esa lucha colectiva.