Transcurridos cinco años desde la rúbrica del Acuerdo de París el 22 de abril de 2016, el debate público sobre la lucha contra el cambio climático está más vivo que nunca y está suscitando la adhesión de cada vez más países y empresas.

En origen, el acuerdo supuso que, por primera vez, los integrantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático establecieran una causa común para combatirlo y adaptarse a sus efectos.

A fecha de hoy, 191 de las 197 partes de esa convención siguen ratificando un acuerdo que abarca no solo el compromiso de mantener el aumento de la temperatura mundial en este siglo por debajo de los 2º C, sino también consensos en materia de mitigación, adaptación, fenómenos meteorológicos extremos, transferencia tecnológica o educación y la determinación de dotar a esa lucha de recursos financieros suficientes.

Una de las impulsoras del Acuerdo de París, Christian Figueres, que dirigió la Cumbre del Clima en que este acabó de materializarse, destacaba en una charla TED el hito que supuso lograr la unanimidad de casi 200 gobiernos, y basó el éxito de la iniciativa en el esfuerzo de sus promotores por “inyectar optimismo transformacional en el sistema” y en el cambio tecnológico que ha permitido bajar el precio y aumentar la capacidad de las energías renovables.

Otro colateral del acuerdo ha sido sin duda la forma en que las empresas han tomado su testigo y formalizado por fin compromisos en firme y de alcance en materia medioambiental. En Estados Unidos, por ejemplo, la administración Obama logró el consenso de algunas de las mayores compañías del mundo en torno a la American Business Act on Climate Pledge.

En 2020, Bloomberg Green analizó los avances de los 183 compromisos de reducción de emisiones suscritos de forma voluntaria por esos grandes corporates y arrojó un balance alentador: 97 de los mismos se cumplieron antes de lo previsto, 37 se encuentran en curso, y solo 49 se encuentran lejos de cumplirse o no se han acreditado todavía.

En contraste con este esfuerzo decidido por parte de los países y las empresas, cabe apuntar que todavía queda mucho por hacer. A título de ejemplo, el pasado mes de abril, The Washington Post publicó una información sobre cómo, por primera vez desde que existen registros, la concentración de dióxido de CO2 en la atmósfera superó las 420 partes por millón, según datos del Observatorio Mauna Loa de Hawái. La gravedad del dato queda ampliamente acreditada si recordamos que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas fijó las 450 partes por millón de CO2 atmosférico como un tipping point, o punto de difícil retorno, o que en 1990 estábamos en torno a las 350 ppm.

En el contexto que arroja el quórum en torno al Acuerdo de París y esa desalentadora cifra de dióxido de CO2 en la atmósfera, en los últimos meses han proliferado las referencias y voces que instan a alcanzar el ‘net zero’ (o la neutralidad de carbono) en las próximas décadas. Se trata de un concepto sencillo que plantea que, en un momento en que la completa eliminación de las emisiones puede ser inviable, por lo menos debemos garantizar que los volúmenes emitidos puedan ser absorbidos por los sumideros naturales del planeta, a falta de otros desarrollos tecnológicos.

Para lograrlo, deben permutarse las tecnologías que permiten reducir emisiones (energía renovable, movilidad eléctrica, combustibles sintéticos…) con iniciativas encaminadas a eliminar el carbono de la atmósfera, consistentes por ejemplo en salvar bosques, rehabilitar áreas de turba y manglares o mejorar las técnicas agroganaderas.

De entre los sectores más comprometidos con la neutralidad de carbono, el financiero ha sido uno de los que lo ha asumido tanto de forma individual como mediante la articulación de alianzas. En septiembre de 2019, 33 entidades de crédito con 13.000.000 millones de dólares en activos firmaron con ocasión del Climate Action Summit de Nueva York el Collective Commitment to Climate Action (CCCA), en que sus firmantes asumieron compromisos precisamente con la transición hacia una economía ‘net zero’ con unas implicaciones sustanciales para las entidades que tiene que ajustar sus carteras de préstamos para que queden alineadas con los objetivos marcados en el Acuerdo de Paris en 2030. En los meses posteriores, además, el sector bancario holandés, el español y el alemán, también suscribieron acuerdos de alcance nacional modelados en base al CCCA y, por tanto, con compromisos y objetivos financieros de similar calado

Con carácter todavía más reciente, el sector financiero ha dado otro importante paso adelante con el lanzamiento de una iniciativa internacional liderada por Mark Carney, ex-Gobernador del Banco de Inglaterra, asesor de finanzas del Primer Ministro británico para la COP26 y enviado especial de la ONU para Acción Climática y Finanzas: la Glasgow Financial Alliance for Net Zero (GFANZ) –una alianza global del sector financiero en aras del ‘net zero’ de la que ya forman parte las 43 entidades de crédito integradas en la Net Zero Banking Alliance, y que incorpora también a aseguradoras y a gestores y propietarios de activos. Bajo el liderazgo y la presidencia de Carney, los adherentes a la GFANZ suscribirán compromisos ‘net zero’ para el conjunto de sus emisiones con metas provisionales en 2030 y el objetivo de alcanzar esa neutralidad en carbono en 2050. Una ambición marcada, en general, con hitos tan relevantes como eliminar la exposición financiera de estas entidades a la minería de carbón térmico a partir de 2030.

Al cabo de todas estas iniciativas, se calcula que, a principios de 2021, los países responsables de más del 65% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono y las compañías que representan el 70% de la economía mundial han asumido compromisos ambiciosos en materia de neutralidad de carbono. Solo en el mes de marzo, por ejemplo, se batió el récord de nuevas empresas comprometidas con la neutralidad de carbono; en concreto, 129, de las cuales 5 son además españolas.

Y siguen produciéndose avances de la mano de campañas como Race To Zero: una coalición de 120 países, 708 ciudades, 23 regiones, 2.162 empresas, 127 de los mayores inversores del mundo y 571 instituciones de educación superior comprometidas a alcanzar ese ‘net zero’ en 2050.

En resumen, el ‘net zero’ se ha erigido en una meta fundamental para acabar cumpliendo el Acuerdo de París, y, en el esfuerzo colectivo por cruzarla, el sector financiero ha vuelto a ponerse en el pelotón de cabeza para ejercer una función ejemplarizante, tractora y de acompañamiento al resto de la economía.