Pese a las complejidades impartidas por la pandemia, 2020 ha sido un año de aceleración en la desaparición del carbón del mix de generación de energía a nivel mundial: un objetivo de gran calado para alcanzar el auténtico ‘net zero’ –un término del que en ocasiones olvidamos su significado, que no es otro que equilibrar las emisiones de gases de efecto invernadero con las que se retiran de manera natural de la atmósfera por la acción de bosques y océanos.

Según la Agencia Internacional de la Energía, el año pasado la demanda de carbón se contrajo en un 4% a nivel global, y en Europa esa caída ascendió al 21%. En España, un informe de Red Eléctrica apunta a que la producción a partir del carbón descendió un 60,4% hasta representar solo el 2% de toda la energía generada en nuestro país, en contraste con unas renovables que ya constituyen el 44% de nuestro mix.

Sin embargo, estos buenos datos no pueden distraernos sobre que queda mucho por hacer… Como acredita el mapa interactivo de la iniciativa Global Coal Countdown de Bloomberg, en el mundo existen todavía 6.601 plantas de carbón activas, y, a pesar de la percepción generalizada sobre que Occidente está llevando a cabo un esfuerzo más decidido por hacerlas desaparecer, existe todavía una considerable concentración de este tipo de infraestructuras en Estados Unidos y Europa.

Tampoco es partidario de bajar la guardia António Guterres, Secretario General de la ONU, quien el pasado mes de marzo afirmó en el evento Powering Past Coal Global Summit que “eliminar el carbón del sector eléctrico es el paso más importante para estar en línea con el objetivo de 1,5 grados” establecido en el Acuerdo de París.

Una información reciente de Euroactiv acredita en cualquier caso que Europa está tratando de ejercer un papel de liderazgo en ese esfuerzo colectivo por arrinconar al carbón en el mix. Según la cabecera, la mitad de las 324 centrales eléctricas de carbón europeas han cerrado o anunciado sus planes de cesar operaciones antes de 2030: un movimiento impartido porque la quema de carbón se ha vuelto más costosa gracias al Esquema Europeo de Intercambio de Emisiones (ETS), a que las instituciones financieras de la Unión Europea introdujeron casi 40 políticas de restricción de carbón solo en 2020, pero también a que el propio sector financiero ha anunciado planes para descontinuar la financiación de proyectos relacionados con el carbón en todo el mundo.

En paralelo a los avisos de la ONU y a la presión de las instituciones, los agentes financieros también están jugando un papel clave en la desaparición del carbón, en que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) fue pionero en 2019 al anunciar que dejaría de financiar nuevos proyectos vinculados a los combustibles fósiles a finales de 2021.

El sector asegurador, por ejemplo, está implicándose activamente en la desaparición del carbón, y The Guardian se hacía eco por ejemplo en diciembre del año pasado de la decisión de Lloyd’s, el mayor mercado de seguros del mundo, de renunciar al seguro de combustibles fósiles en 2030.

Con carácter más reciente, la reaseguradora alemana Swiss Re también ha anunciado el endurecimiento de su política de suscripción de reaseguros relacionados con la industria del carbón, y su salida de todas sus exposiciones a la misma en los países de la OCDE en 2030 y en el resto del mundo en 2040.

El sector bancario ha contraído también un compromiso firme y ambicioso para que el carbón deje de formar parte del mix energético. El medio especializado Social Investor ha publicado por ejemplo un artículo sobre la decisión de AXA, HSBC, BBVA y Santander de reducir sus exposiciones al carbón mediante objetivos concretos de contracción de la financiación a empresas que obtienen entre un 5 y un 10% de sus ingresos de este tipo de generación.

Y BBVA, Santander, Caixabank e Ibercaja acaban de redoblar ese compromiso mediante su integración en la Net Zero Banking Alliance (NZBA), promovida por la Iniciativa Financiera del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP FI). Sus 43 firmantes, repartidos por 23 países, han suscrito, entre otros compromisos, el establecimiento de nuevos objetivos de reducción de sus emisiones operativas y de las atribuibles a sus carteras en materia, por ejemplo, de carbón durante los 36 meses posteriores a su incorporación.

Y precisamente con motivo del Día de la Tierra este 22 de abril, Mark Carney, asesor en materia financiera del Primer Ministro del Reino Unido para la COP26 y enviado especial de la ONU para la Acción Climática y las Finanzas, ha lanzado una nueva alianza que integra a los firmantes de esa NZBA, junto a iniciativas parecidas a cargo de los sectores asegurador o de la gestión de activos: la Glasgow Financial Alliance for Net Zero.

Otra prueba fehaciente de que, además de afrontar los esfuerzos para luchar contra el cambio climático con compromiso y ambición, la construcción de redes integradas por los distintos agentes financieros es fundamental para alcanzar objetivos que nos interpelan a todos, y que por lo tanto no pueden articularse ni por silos ni de forma individual.