En 2017, Naciones Unidas anunció que el periodo comprendido entre el recién estrenado 2021 y 2030 sería la Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, con el doble objetivo de revertir el deterioro de la salud de los océanos y de crear unas mejores condiciones para el desarrollo sostenible de océanos, mares y costas.

A menudo, correlacionamos el deterioro medioambiental con el aumento de la temperatura ambiente o la desaparición de zonas verdes, pero lo que ocurre mar adentro y a orillas de nuestras costas es igual de importante, como apuntan entidades como el World Economic Forum.

El fitoplancton, por ejemplo, es el responsable de la producción del 50% del oxígeno en la tierra. Los océanos han absorbido el 90% del exceso de calor generado en el planeta en los últimos 50 años –un factor sobre el que recientemente hemos conocido que, en 2020, las temperaturas oceánicas registraron sus máximos históricos. El 16% del consumo de proteína global es de origen marino. Y 3.000 millones de personas dependen del mar para su subsistencia y se calcula que las industrias relacionadas con los océanos emplearán directamente a 40 millones de trabajadores en 2030.

Estas y otras evidencias han generalizado el uso del término blue economy (o economía azul), que un reciente informe a cargo del Panel para una Economía Oceánica Sostenible –entidad integrada por 14 países– ponía en contexto al afirmar que el 90% de los bienes de todo el mundo se comercializan a través del océano, que la economía oceánica contribuye directamente al PIB mundial con más de 1,5 billones de dólares al año, y que la relación beneficio-coste de las inversiones en una economía oceánica más sostenible se sitúa en un 5:1 que las convierte en excelentes oportunidades de negocio.

A nivel doméstico, la blue economy puede constituir además un dinamizador económico para España, que ya ocupa una posición muy meritoria en su contexto: según la Comisión Europea, nuestro país es el que más contribuye a la economía azul en el contexto post-Brexit, y el que cuenta además con la mayor superficie de aguas marinas de la UE.

En base a esta importancia de la economía azul, cuyo volumen de negocio la convertiría en la séptima mayor economía del mundo si fuera un país, en 2018 la Comisión Europea, el Banco Europeo de Inversiones, WWF y el World Resources Institute crearon los Principios Financieros Sostenibles de la Economía Azul, y UNEP-FI, la Iniciativa Financiera del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, lidera una plataforma homónima que reúne a instituciones financieras, investigadores, empresas y a la sociedad civil en general para llevar la ambición de esos principios a la acción.

A la luz de esta y otras llamadas a la acción, ya están llevándose a cabo iniciativas innovadoras como los bonos azules: instrumentos cuyos fondos se destinan exclusivamente a proyectos considerados favorables para los océanos. La República de Seychelles lanzó en 2018 el primer bono azul soberano del mundo con ayuda del Banco Mundial, con el que recaudó 15 millones de dólares, y desde entonces le han seguido instituciones como el Banco de Inversión Nórdico o Morgan Stanley, entre otras.

El Foro Marítimo Mundial también ha lanzado los Poseidon Principles: el primer acuerdo de alineación climática autónomo entre instituciones financieras orientado precisamente a establecer un marco global para evaluar y divulgar la alineación climática de las carteras de financiación del sector naviero con las políticas y ambiciones de, por ejemplo, el Acuerdo de París.

Pero, pese a estos pasos en la buena dirección, queda todavía mucho por hacer. En un artículo reciente de Eric Usher, Director de UNEP-FI, en el portal de la World Ocean Initiative, este apuntaba que el grado de conciencia sobre la medida en que el sistema financiero tiene un impacto directo y depende de los océanos presenta todavía margen de mejora. Así lo acredita una encuesta de la propia UNEP-FI dirigida a instituciones financieras, en la que el 92% de los entrevistados indicaron estar familiarizados con el concepto de economía azul sostenible, pero un 54% afirmó no haber aplicado todavía ese concepto en sus organizaciones y solo un 15% consideró haber completado su integración en su estrategia.

En la compleja malla de influencias e interdependencias del sector financiero y el medio ambiente, los océanos han de ocupar por lo tanto un papel central, y todos los agentes financieros deben trabajar de forma coordinada no solo en evitar el deterioro del medio oceánico, sino en que este sea un espacio de oportunidades para el desarrollo de una robusta blue economy.