En la transición hacia una economía más sostenible, la eficiencia energética es una palanca fundamental. En la última actualización de su relación de indicadores, la International Energy Agency (IEA) apunta de hecho que la eficiencia energética “está en el centro de la transición hacia las energías limpias”, porque “es el único recurso energético que todos los países poseen en abundancia”.
En este sentido, si bien los mayores consumidores de energía en la mayoría de países son los sectores del transporte y el industrial, no debemos olvidar al residencial: el tercero más intensivo en energía a nivel mundial, de la mano sobre todo de las emisiones producidas por sistemas de calefacción y electrodomésticos.
La IEA celebra a este respecto que países como Francia, Alemania o Reino Unido hayan conseguido reducir la intensidad de los sistemas de calefacción de sus viviendas en un 30% desde el año 2000, pero recuerda también que, en paralelo a estos pasos en la buena dirección, otros van en la contraria: el cambio climático aumenta por ejemplo la demanda de calefacción, refrigeración y luz, y cada vez contamos con más electrodomésticos que disparan las emisiones derivadas de su uso.
En BloombergNEF, Michael Liebreich publicaba recientemente un artículo muy pedagógico en esta misma línea. Para Liebreich, aumentar en entre 3 y 7 puntos porcentuales la reducción interanual de emisiones contaminantes, que ahora mismo bordea a duras penas el 2,8%, requiere mirar al lado de la oferta e instar a las compañías energéticas a producir cada vez más energía verde, pero también al de la demanda, interpelándonos colectivamente sobre cómo consumir menos energía sin mermar nuestra productividad.
Y ahí la clave es la eficiencia y la del sector residencial resulta crítica, porque los edificios representan alrededor del 40% de las emisiones contaminantes. En ese sector, Liebreich reivindica ejemplos alentadores como el de la iluminación LED, que en apenas una década ha pasado de representar un 2% de nuestro consumo de luz a un 50%, la proliferación de las certificaciones LEED, Breeam o Passivhaus y de las hipotecas verdes, o los avances en la digitalización de las bombas de calor, que ahora funcionan de manera más eficiente y a temperaturas más altas que nunca antes.
El experto señala además que las administraciones han entendido por fin la necesidad de rehabilitar nuestro parque de vivienda con criterios de sostenibilidad, como acredita la Directiva de Eficiencia Energética en Edificios (EPBD) de la Unión Europea, y apunta a que la pandemia del COVID-19 vuelve aún más imperativo si cabe el trabajo en esa dirección, porque dirigir parte de los fondos de estímulo a la mejora de la eficiencia energética de edificios “devolvería a un gran número de personas al trabajo y llenaría sus bolsillos con dinero para consumir, mejorando en paralelo nuestra base de activos productivos a largo plazo”.
Juan Carlos Delrieu, Director de Estrategia y Sostenibilidad de la Asociación Española de Banca (AEB), coincidía recientemente con esta última afirmación en un webinar organizado por Sociedad de Tasación, al apuntar que la rehabilitación del extenso parque de viviendas de España –responsable del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero de nuestro país– podría ser clave en la generación de empleo y la reconstrucción económica tras la pandemia. Para ello, es clave poner en valor el esfuerzo que tienen que hacer los propietarios en una inversión sostenible, un esfuerzo que exige una mayor colaboración entre actores, pero en el que, sobre todo, las sociedades de tasación tienen que jugar un rol fundamental. Delrieu señaló asimismo en esa misma sesión que articular incentivos fiscales contribuiría a que los propietarios de viviendas apostaran por la rehabilitación con criterios de sostenibilidad y accesibilidad, de la misma manera en que las entidades financieras están obligadas a diseñar productos financieros más innovadores que faciliten la solución a este problema.
Afi también apuntaba en un informe reciente algunas medidas concretas para el desarrollo sostenible de las actividades de construcción en nuestro país, como el incremento de las exigencias relacionadas con la eficiencia energética y uso de energías renovables tanto en el Código Técnico de Edificación como en el Reglamento Instalaciones Térmicas, la aplicación de incentivos para favorecer la electrificación de la calefacción mediante la sustitución de equipos térmicos por bombas de calor de alta eficiencia, o un mayor liderazgo público en el desarrollo y conversión a edificios cero emisiones.
En ese contexto, están apareciendo además iniciativas interesantes para clarificar y fomentar la financiación de este tipo de rehabilitaciones. Por ejemplo, el Green Finance Institute británico lanzó el pasado mes de septiembre los Green Home Retrofit Finance Principles para desarrollar un marco coherente y transparente para la asignación de préstamos para trabajos de eficiencia energética en hogares por parte de las entidades financieras. Y en España se ha lanzado el proyecto AÚNA para crear un foro de discusión permanente, multinivel y multilateral centrado en la financiación de la edificación sostenible.
Pero el mayor y más reciente avance en aras de la rehabilitación residencial bajo criterios de sostenibilidad es sin duda la Renovation Wave recién anunciada por la Comisión Europea: una hoja de ruta para acelerar la renovación de más de 200 millones de edificios en materia de aislamiento o calefacción al que Europa prevé destinar 300.000 millones de euros al año para duplicar el ritmo actual de renovación de su parque inmobiliario durante la próxima década, y una medida que, además, podría crear hasta 160.000 trabajos verdes.
Este ambicioso plan se basa en la evidencia de que los edificios representan más de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE, y de que mejorar su eficiencia energética es un requisito indispensable para que Europa cumpla con los objetivos del Green Deal y se convierta en el primer continente climáticamente neutro del mundo a mediados de siglo.
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